El 18 de octubre de 1469, Isabel, Princesa de Asturias y heredera del Reino de Castilla, se casó clandestinamente con su primo, el príncipe heredero Fernando de Aragón. El padre de Fernando, el rey aragonés Juan II, acordó en secreto el matrimonio entre los dos príncipes en Valladolid, la ciudad escogida para el enlace. Sin embargo, Enrique IV de Castilla se opuso, debido a su deseo de nombrar heredera a su hija Juana y casar a Isabel con el rey de Portugal.
El primer problema que los prometidos tuvieron que vencer, dentro del secreto, fue el de la consaguinidad,
puesto que los abuelos de ambos eran hermanos, y necesitaban por tanto una dispensa papal
para casarse, que no acababa de llegar. El Papa, Paulo II, estaba de
acuerdo con la boda, ya que la futura reina de Castilla podría así
ayudarle militarmente contra la más que probable invasión árabe de los
territorios papales; pero el riesgo de tomar partido era grande,
corriendo el peligro de enemistarse con los reyes de Portugal, Castilla y
Francia.
Finalmente, el arzobispo de Toledo, con el apoyo del enviado papal, Rodrigo Borgia, futuro Alejandro VI, falsificó el enlace, permitiendo a Fernando e Isabel originar un matrimonia que se regularía tres años después.
Los novios viajaron hasta Valladolid escondidos, ocultando su identidad, a fin de que nadie se enterara. Sin embargo, el rey de Castilla se enteró, y como represalia, anuló la sucesión de su hermana, otorgándosela a su hija. La muerte de Enrique IV en 1474 provocó entonces una guerra civil por la sucesión en Castilla, con Isabel siendo apoyada por Aragón y Juana por Portugal.
Los novios viajaron hasta Valladolid escondidos, ocultando su identidad, a fin de que nadie se enterara. Sin embargo, el rey de Castilla se enteró, y como represalia, anuló la sucesión de su hermana, otorgándosela a su hija. La muerte de Enrique IV en 1474 provocó entonces una guerra civil por la sucesión en Castilla, con Isabel siendo apoyada por Aragón y Juana por Portugal.
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